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Archive for marzo 2013

La Nava de San Luis es una finca situada en el corazón de la Sierra de las Nieves, en el término municipal de Parauta, muy cerca de Ronda. Se asienta sobre un polge,  a los pies de un llamativo cerro de estructura casi perfectamente cónica conocido como Cerro Alcojona. Rodea la finca, por su flanco este, un bello bosque de pinsapos que puebla, hasta media altura, las blancas laderas de este cerro. El horizonte lo cierra la imponente mole del macizo central de esta sierra. El camino de tierra que la cruza finaliza en un conjunto de edificaciones que humanizan el agreste paisaje. Alrededor, el resto de su territorio está ocupado por un vigoroso y espeso bosque mediterráneo, compuesto por encinas, alcornoques, quejigos y algún que otro pinsapo, que en la actualidad goza de un inmejorable aspecto.

Pero no siempre ha sido así. A lo largo de su  historia La Nava ha pasado por diferentes propietarios, y cada uno de ellos, con sus particulares intereses e inquietudes, la dedicó a diferentes formas de explotación. En algunos casos estas labores sumieron el entorno natural en un lamentable estado. A comienzos del siglo XX el lugar era conocido como La Nava de la Asunción. En sus tierras pastaba una nutrida cabaña de cabras y ovejas que  se alimentaban, sin ningún control, y que dañaban gravemente la regeneración natural de su vegetación. Este intensivo pastoreo, la continuada tala y los frecuentes incendios dejaron una profunda huella en todo su entorno, incluido el pinsapar. Así quedó registrado en el “Estudio sobre la vegetación y la flora forestal de la provincia de Málaga”, de Ceballos y Vicioso, publicado en 1933. En el informe se da cuenta de la regresión apreciada en el bosque y del peligro que corre la especie. A este testimonio se suma, en 1935, el del científico malagueño Modesto Laza Palacios que denuncia los abusos producidos por ganaderos y carboneros.

Las inquietudes por la conservación del pinsapar se remontan en el tiempo, pero a ello contribuyó de forma determinante el viaje que realizó a estas tierras el naturalista ginebrino Edmond Boissier en 1837. Este llega a Málaga y contacta con el farmacéutico y botánico Pablo Prolongo y el mancebo de su farmacia Felix Haenseler, que le muestran ramas y acículas del misterioso abeto del que, casi con total seguridad, ya había oído hablar Boissier antes de su viaje a tierras andaluzas.

Los pormenores de esos días quedan recogidos en el libro que escribió su nieto, Auguste Barbey, que siguió los pasos de su abuelo y también viajó por Andalucía. El título, A travers les Forêts de Pinsapo d’Andalousie, fue traducido y publicado en 1996 por la Junta de Andalucía, Consejería de Medio Ambiente. El extracto de ese texto creo que merece la pena leerse.

“Examinando, en Abril de 1837, algunas plantas recogidas en Sierra Bermeja, cerca de Estepona, por el Sr. Haenseler, quien cultiva con éxito la botánica en Málaga, he encontrado, entre ellas, una rama de conífera cuyas hojas, extremadamente cortas, espesas, casi setiformes, me llamaron la atención. A causa de la ausencia de fruto, no tenía allí medio alguno, para determinar el género de esta planta la cuál tenía sin embargo el porte de un Abeto. Pregunté los detalles al Sr.Haenseler quien me dijo que el árbol en cuestión formaba bosques en lo alto de Sierra Bermeja, y que era conocido en el país con el nombre de pinsapo, que jamás lo había encontrado con fructificación y siempre lo había observado como una variedad de Abies excelsa, al que no conocía más que por descripciones. Quince días más tarde, estaba en Estepona, visité Sierra Bermeja y, después de atravesar los árboles de Pinus maritima que recubren los flancos, encontré los pinsapos, cuyo límite inferior estaba en este lugar más o menos a 4000 pies por encima del mar. Busqué, inútilmente, las fructificaciones en el árbol o a su pie. Un lugareño me ha informado que las piñas comienzan a crecer al final del verano, después se rompen y caen en invierno, no encontrándose hasta el año siguiente traza alguna de las mismas. También oí hablar del pinsapo en Ronda. Se me dijo que existían grandes bosques en los altos de la montaña calcárea llamada Sierra de la Nieve, situada entre Ronda y Málaga. De su follaje se hace allí un gran uso durante las fiestas y procesiones religiosas, dada las pequeñas cruces que sus ramas simulan, dispuestas en ángulo recto en sus últimas ramificaciones (…) He dado a esta nueva especie de conífera el nombre de Abies pinsapo…”

El mérito al describir y dar nombre a esta especie para el mundo científico se lo adjudicó Boissier, pero es obligado hacer mención de Simón de Rojas Clemente Rubio, investigador español, que en 1809, en su viaje por la Serranía de Ronda y Grazalema descubrió e identificó por primera vez a nuestro emblemático abeto. Diversos avatares, ajenos a su trabajo científico, impidieron el reconocimiento de su investigación, pero sería injusto no mencionar su nombre cuando se habla de los pinsapares andaluces.

Esto no quiere decir que el pinsapo, o pino, no fuera conocido con anterioridad por los lugareños. Las primeras noticias escritas sobre la regulación de su tala se recogen en las Ordenanzas Municipales de Ronda, fechadas en 1508.

Con posterioridad, en 1554, se sabe que una partida de madera de pinsapo sirve a los carpinteros de ribera para fabricar los buques de la Armada Invencible.

Numerosos apuntes históricos recogen referencias a esos bosques que proveían de madera a carpinteros, leñadores y constructores.

Entre los pinsapos más longevos, auténticos supervivientes de tiempos pasados, se encuentran varios ejemplares que sobrepasan varias centurias. Uno de ellos, el más conocido, es el de La Escalereta. Alcaza unos 30 metros de altura y se le estima una antigüedad entre 350 y 550 años. Está situado en la cabecera de Río Verde. Otro ejemplar digno de mención es el conocido como Pinsapo del Puntal de la Mesa o Falso Escalereta (por estar muy cerca de este último). Mide unos 16 metros de altura y su tronco alcanza, en su base, un diámetro de 5,5 metros. En realidad su actual tronco es el resultado de la fusión de tres que crecieron muy juntos.

Hoy el pinsapar de La Nava está en clara expansión, los numerosos ejemplares jóvenes que se observan hacen albergar fundadas esperanzas en el futuro del bosque.

Si nos decidimos a pisar sus sendas, nuestros pasos nos llevarán por accidentados terrenos en los que habita una variada comunidad vegetal. Dependiendo del suelo, altura y orientación, nos encontraremos, además del pinsapo, pinos de repoblación, encinas, alcornoques, sabinas, y enebros. A estos les acompañan la peonía,  el rosal silvestre, la aulaga, el romero, etc. que, con sus colores, contribuyen a la riqueza tonal del paisaje.

Sin duda, una primera visita solo marcará el comienzo de una larga relación. Estos lugares son poseedores del mágico embrujo de la seducción. Y no es mala idea caer en la tentación de volver. Al fin y al cabo, la mejor forma de librarse de una tentación es caer en ella.

Los detalles del recorrido por el pinsapar y la ascensión a la cumbre del Cerro Alcojona y Abanto los puede encontrar (y bajar) en el siguiente enlace:

http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3822402

Fotografías y textos: Paco G. Portillo

Bibliografía:

Manuel Becerra Parra (2008). Guía botánica de la Serranía de Ronda. Editorial La Serranía, Ronda.

A. Barbey (1996). A través de los Bosques de Pinsapo de Andalucía. Junta de Andalucía. Consejería de Medio Ambiente, Sevilla. (Obra original publicada en 1931).

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