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Posts Tagged ‘Mina de São Domingos’

El Alentejo minero.

Paisaje hermano del Andévalo andaluz, del que sólo le separa la frontera.

El turista llegó al lugar con poca información. Sólo había leído que mucho tiempo atrás, cuando las fechas se escriben con la abreviatura a.C., los moradores de estos lugares aprendieron a utilizar los recursos mineros de la tierra para fabricar mejores herramientas, utensilios domésticos y armas. Era la Edad del Bronce, y en esa época el bosque mediterráneo da forma a un paisaje pleno de encinas, alcornoques, acebuches y matorral diverso. La extracción de los recursos mineros destinados a satisfacer la demanda de esos momentos apenas tenía incidencia sobre el ecosistema.

Más tarde, el interés comercial del pueblo fenicio les trajo a estas tierras y, posiblemente, fueron ellos los que pregonaron la leyenda de las infinitas riquezas que atesoraba el territorio tartésico y su área de influencia.

Hasta ese momento la explotación de los recursos mineros se hacía de forma primitiva y rudimentaria. El lugar continuaba habitado por un frondoso bosque que latía al ritmo de las estaciones. Las tareas mineras se limitaban a pequeñas intervenciones superficiales cuyo único residuo a la vista consistía en pequeños montículos de pedruscos rojos, ocres y amarillos que, aquí y allá, interrumpían el armónico juego de verdes. Su temeraria discrepancia solo aguantaba, a lo más, el paso de dos primaveras. Después eran de nuevo colonizados por una pacífica tropa de jaguarzos, brezos, aulagas, o cantuesos.

Con la llegada de los romanos comienza una nueva etapa. El imperio, como todos, necesitaba grandes cantidades de minerales, especialmente oro, plata, hierro y cobre, y había hecho suyas las técnicas extractivas de griegos y egipcios. Los nuevos métodos incluían un estudio previo del terreno y una buena planificación de los posteriores procesos de explotación.

Fueron los romanos los primeros en utilizar a gran escala la fuerza hidráulica para lavar considerables cantidades de material. Comienza así una acelerada transformación del escenario paisajístico.

La Edad Media trajo un relativo descanso para la actividad. Esta no se detuvo, pero ralentizó su crecimiento.

En el siglo XVIII comienza en Europa la revolución industrial, y con ella se produce una gran demanda de minerales. Los empresarios ingleses fijan su vista e intereses comerciales en los gigantescos yacimientos de sulfuros que se encuentran en la Faja Pirítica Ibérica y apuestan por su explotación. Sus empresas utilizan las más modernas técnicas del momento y extraen ingentes cantidades de mineral. La nueva actividad en torno a las minas contribuye a la transformación social de la zona, que ya nunca será como antaño, y dejará como herencia, junto a la transformación colectiva de la sociedad, unos inmensos problemas medioambientales, todavía hoy no resueltos.

En el caso de las Minas de São Domingo, en el Alentejo portugués, comenzaron su actividad en 1854 y se prolongó hasta 1965. Ahora, una vez finalizada esta, el paisaje serrano parece haber perdido la batalla. La suavidad de este relieve, a caballo entre Sierra Morena y las llanuras litorales, quedó definitivamente herido de muerte desde ese momento.

Las ingentes cantidades de tierra trasladada han dejado enormes cortas a cielo abierto e inmensas escombreras de acumulación de estériles.

Ya no es el bosque mediterráneo, tampoco la delicadeza de sus lomas, el objetivo de la cámara del turista. Ahora lo que más llama la atención son las heridas dejadas por la contienda.

Ellas y las cicatrices que hoy todavía sangran en abundancia son los elementos más llamativos de este paisaje. Y aunque quienes padecen estas heridas son seres inertes, incapaces de sentir sufrimiento alguno por ello, el turista no puede sustraerse a tanta desolación. El escenario le dice que esta guerra ha terminado con un claro vencedor, y él dispara su cámara una y otra vez mientras reflexiona sobre la estética de la muerte.

 

Las fotografías han sido tomadas en las minas de São Domingo (Mértola) Portugal. El pequeño poblado minero se conserva perfectamente, gracias a la reutilización turística de este espacio. El embalse que hay junto a él ofrece un sinfín de actividades lúdico-deportivas que hacen de esa población un lugar de recreo veraniego muy concurrido. El resto del año es un sitio muy tranquilo para visitar.

La antigua sede administrativa de la mina, el llamado “Palacio”, estaba reservado a los ingleses, y hoy es un pequeño hotel, muy acogedor. Dispone de un observatorio astronómico en el que se puede echar un vistazo al espacio exterior. Su visita nocturna resultó de los más interesante.

Fotografías y textos: Paco G. Portillo.

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