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Archive for noviembre 2018

Las Bardenas Reales

Desierto. La palabra suena fuerte, rotunda. Y si buscamos algún sinónimo para suavizarla solo encontraremos alternativas parecidas: páramo, erial, arenal… Todas nos sugieren ambientes contaminados de abandono, dureza o vacío. Pero, tal vez por ese desamparo que transmiten, por su engañosa simplicidad,  o su disimulada seducción, son paisajes que se muestran sedientos de agua pero empapados de ternura. Bastará con  interrumpir su soledad, andar los baldíos y que su polvo nos manche las botas, para quedar atrapados en el mágico juego de sus formas.

Las Bardenas Reales es un enclave semidesértico situado casi en su totalidad en la Comunidad Foral de Navarra. Su posición geográfica y la particularidad de sus suelos configuran un mosaico de paisajes que han sido moldeados por unas lluvias, escasas pero torrenciales, y un viento inmisericorde, el cierzo, que sopla sin holgar en cualquier época del año.

Geología.

El territorio forma parte de la Depresión del Ebro, que tiene su origen entre el Mioceno y el Oligoceno. A lo largo de ese tiempo, como consecuencia de la elevación de los Pirineos, el Sistema Ibérico y el Costero Catalán, una gran depresión quedó confinada entre esas cordilleras. De esa forma se desarrolló un mar interior que recogía las aguas de lluvia de toda la cuenca y los materiales que estas arrastraban. Los más pesados (bloques y grabas) se depositaron en las cabeceras, mientras que aguas abajo lo hacían los más finos (arenas, arcillas y limos).

Durante veinticinco millones de años la cuenca acumuló  unos sedimentos que alcanzaron los cinco kilómetros de espesor. Bajo ese peso, las arenas depositadas en su fondo se compactaron hasta convertirse en areniscas, mientras que limos y arcillas lo hacían en lutitas, y la evaporación favorecía la aparición de calizas y yesos.

Al final del Mioceno el Ebro se abrió camino a través de las Cordilleras Costero Catalanas y el desagüe en el Mediterráneo llevó asociado un proceso erosivo de todos los materiales acumulados en la depresión. Este ciclo, interrumpido por las Glaciaciones, continuó a lo largo del Holoceno en el que los periodos de sedimentación se alternaron con otros erosivos. Así llegamos al estado actual del paisaje, en el que estos factores y, en menor medida, la explotación humana, han estructurado un amplio abanico de formaciones geológicas de gran belleza. La diferencia de dureza litológica presenta un horizonte en el que extensas llanuras se ven interrumpidas por cerros testigos, multitud de cabezos, cárcavas y  sinuosos e irregulares barrancos.

Clima.

El clima está fuertemente condicionado por su situación. Los Montes Vascos, el Sistema Ibérico y los Pirineos dificultan la llegada de las borrascas atlánticas y provoca una estabilidad atmosférica que favorece las bajas temperaturas invernales y el calentamiento veraniego. Esta aridez se ve reforzada por el cierzo, un viento frío, seco y casi constante, que contribuye a la evaporación. Las lluvias tienen un fuerte carácter estacional, son escasas e irregulares. Los largos periodos de sequía se pueden ver interrumpidos por lluvias torrenciales que apenas duran horas. El agua corre rápidamente por la superficie y apenas logra infiltrarse en los suelos.

Vegetación y fauna.

Estas condiciones, edáficas y climáticas, dotan al lugar de una aridez que favorece un ambiente semidesértico en el que la vegetación de carácter estepario (romerales, espartales, tomillares, etc.) comparte el territorio con los cultivos cerealistas, sobre todo en la zona conocida como Bardena Blanca, mientras que estos cultivos de secano se acompañan de coscojales y pinares en la Bardena Negra. En el fondo de los barrancos encontraremos abundantes ejemplares de tarajes (Tamarix canariensis) acompañados de una variada vegetación halófila.

Las Bardenas es el hábitat de numerosos mamíferos, aves esteparias, rapaces e incluso algunas acuáticas, además de reptiles y anfibios.

Mamíferos y reptiles, siempre esquivos, son poco conocidos por el visitante esporádico. No obstante el territorio está habitado por jabalies, zorros, ginetas, gatos monteses, tejones, conejos, liebres, garduñas, topillos, culebras y lagartos.

Entre las aves, que con un poco de suerte podremos observar, se encuentran: alcaraván, avutarda, ortega, alondra, cogujada, y algunas rapaces como el buitre leonado, alimoche, águila, cernícalo y búho.

Fotografías y textos: Paco G. Portillo.

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